domingo, 28 de septiembre de 2014

La princesa Mononoke (1997), una de historia y mitología japonesas

La princesa Mononoke (1997): 
una de historia y mitología japonesas


Aunque El Viaje de Chihiro (2001) fue la primera película japonesa en ganar el Óscar a Mejor Película de Animación, no son pocos los que creen que hay que echar un poco la vista atrás (a 1997, para más detalle) para encontrar la obra culmen y más espectacular del Estudio Ghibli y en concreto del aclamado director Hayao MiyazakiMononoke Hime, como se conoce en Japón, es una obra de arte indispensable para los amantes del género y también para cualquiera con la mente lo bastante abierta como para comprender la mentalidad japonesa y aceptar una cercanía entre Oriente y Occidente. La película goza además de un marcado trasfondo ecologista que está muy en alza en estos tiempos.

Esta película me ha fascinado tanto durante años que, en una asignatura de Cultura Japonesa de la universidad, le dediqué un trabajo. Gran parte de lo que voy a poner aquí fue escrito hace tres años ya, pero espero que sea interesante para todo aquel amante de Ghibli y Mizayaki que pueda dejarse caer por aquí.

ARGUMENTO

¡SPOILERS!

La historia empieza narrándonos las vida de Ashitaka, príncipe del clan Emishi que se escondió en las montañas tiempo atrás para huir de los estragos de la guerra y del despotismo del Emperador. Un día aparece en la aldea un demonio en forma de jabalí al que Ashitaka intenta detener, pero en su odisea queda marcado con un estigma maligno que irá consumiendo su cuerpo hasta matarle. Por iniciativa propia y del consejo de ancianos, el joven abandona su hogar a lomos de su alce rojo para buscar el origen del demonio y una posible cura a su maldición.

Ashitaka, protagonista de la historia


En su viaje, Ashitaka encuentra un país desolado por la guerra bajo el tiránico dominio del Emperador. Cuando intenta ayudar a unos aldeanos de los que están abusando los samurais, Ashitaka descubre que la maldición incrementa su fuerza al verse alimentada por la cólera (escena bestia donde las haya donde corta los dos brazos y decapita a dos soldados de un simple flechazo), pero que a la vez aumenta la velocidad a la que el estigma consume su cuerpo. En su viaje e intentando pasar desapercibido, conoce al monje Jigo, un peculiar hombrecito que le indica que la bala que encontró en el pecho del demonio jabalí pertenece a un lugar llamado la Ciudad del Hierro pero que para llegar debe atravesar el Bosque de los Dioses, protegido por una criatura sagrada que cambia de forma durante la noche. 

Lady Eboshi frente a la diosa loba Moro


Al mismo tiempo que Ashitaka viaja hacia el sur, Lady Eboshi, señora de la Ciudad del Hierro, y sus hombres son atacados por los dioses lobo del bosque mientras transportan víveres a su ciudad. Acompañando a los lobos hay una extraña muchacha humana, pero eso no impide que los humanos disparen contra ellos, hiriendo a la diosa loba madre, Moro, en el pecho y provocando su retirada. Ashitaka se adentra en el bosque, salvando la vida de dos hombres que habían caído por un acantilado, justo a tiempo de ver a la chica lobo intentar sacar la bala del pecho de Moro. 

San, hija adoptada de los dioses lobo


Aun contra las advertencias de uno de los hombres que ha rescatado, Ashitaka se atreve a cruzar el Bosque de los Dioses para llegar cuanto antes a la Ciudad del Hierro, atisbando entre los árboles una inmensa criatura en forma de ciervo que al mirarle despierta la maldición de su brazo. Llegado a la Ciudad del Hierro, Lady Eboshi le agradece que haya traído de vuelta a sus hombres y le relata que la ciudad se mantiene talando el bosque para así crear armas para protegerse de los samuráis del señor feudal y bestias de los bosques. Así mismo le revela que fue ella la que disparó a Nago, el jabalí gigante que le atacó en su aldea, provocando su conversión en demonio. A pesar de ello, la gente de la ciudad tiene a Eboshi por una salvadora, ya que acoge tanto a leprosos como a chicas de burdel para darles una vida digna.

Lady Eboshi, líder de la Ciudad del Hierro


Poco después la ciudad es atacada por los dos cachorros de Moro y San, la chica criada por lobos a la que todos llaman Princesa Mononoke. San pretende tomar la vida de Lady Eboshi como venganza por la destrucción del bosque, pero Ashitaka interrumpe la lucha entre ambas abogando por la paz y exhibiendo su estigma como un símbolo de que la violencia no conduce a nada. Para evitar un mayor daño, el chico deja inconsciente a San y se la lleva de la ciudad, aunque en el proceso es herido de muerte por una de las guardaespaldas de Eboshi. Al despertar, San ve que Ashitaka la ha salvado y que éste ha caído del lomo del alce rojo en el que ambos viajaban: aunque no confíe en los humanos (ella no se considera parte de su especie), opta por llevarle al corazón del bosque para que el gran Espíritu decida si le salva la vida o no. 

San llevando a Ashitaka frente al Espíritu del Bosque


El Espíritu del Bosque durante la noche se convierte en el Caminante, un gigantesco ser azul que el monje Jigo y otros cazadores enviados por el Emperador pretenden capturar. Por la mañana, se transforma en el ciervo que Ashitaka había visto y, si bien le salva la vida, hace que el estigma que le corroe avance más por su cuerpo. San regresa y le alimenta boca a boca al encontrarse él aun muy débil (quizá sea la primera escena romántica y más sutil de la película). En ése instante se produce un enfrentamiento entre el clan de los lobos (Moro y sus lobeznos) y el de los jabalíes, mucho más numerosos y liderados por el anciano jabalí blanco Okoto. Los jabalíes pretenden atacar la Ciudad del Hierro aunque ello les cueste la vida, y por mucho que Ashitaka intente convencerles de que el odio no es la solución ellos no le escuchan. 

El clan de los lobos se enfrenta a los jabalíes


Por otro lado, Lady Eboshi se alía con el monje Jigo y sus cazadores para matar al Espíritu del Bosque por orden del Emperador, aunque él exige quedarse con su cabeza como trofeo. El plan consiste en que los hombres de la ciudad se enfrenten a los jabalíes mientras un pequeño grupo se adentra en el bosque y encuentra a la criatura, aunque Lady Eboshi no sospecha que su ciudad va a ser atacada por el señor feudal en cuanto ella la abandone. 

Jigo y Lady Eboshi forman una alianza


Mientras tanto, San ha llevado a Ashitaka a la guarida de los lobos para que se recupere. Durante la noche, el joven mantiene una conversación con Moro, que pone de manifiesto el desprecio que la loba siente por los humanos relatándole como una pareja abandonó a su bebé a sus pies para luego huir (ése bebé era San, y ella la crío como parte de su camada). Ashitaka propone que él y San podrían tener una vida juntos, a lo que Moro responde mordazmente que San pertenece al bosque y a su clan, y que si él no se marcha al alba le matará con sus propias fauces.

Moro y Ashitaka en la guarida de los lobos


Por la mañana, Ashitaka intenta regresar a la Ciudad del Hierro no sin antes dejarle un colgante a San como presente. La chica asiste junto a su clan a cómo los hombres empiezan a quemar el bosque para provocarles a salir, y decide unirse al ejército de jabalíes para ser los ojos de Okoto (éste es ciego). Al llegar a la Ciudad del Hierro, Ashitaka descubre que los samuráis del señor feudal han puesto a la ciudad bajo asedio en cuanto Eboshi la abandonó, y que las mujeres y los leprosos la están defendiendo como pueden con sus armas. El chico promete traer de nuevo a Lady Eboshi, pero al llegar al campo de batalla ve que, además de que todos los jabalíes han sido eliminados, la mayoría de los hombres de la Ciudad del Hierro han sido asesinados por los explosivos utilizados por los aliados de Jigo. Ashitaka descubre a uno de los lobeznos de Moro entre los cadáveres y consigue sacarle con ayuda de los hombres de Eboshi, que se revelan contra los seguidores del Emperador.

San lista para el combate junto a uno de sus hermanos lobo


En el bosque, San guía a un Okoto moribundo hasta la charca del Espíritu del Bosque con la esperanza de que sea curado. Algunos soldados han desollado a los jabalíes muertos y se han cubierto con sus pieles para acercarse al dios jabalí sin ser descubiertos. Dominado por la sed de venganza, Okoto se transforma en un tatarigami (demonio), al igual que Nago, y absorbe a San en su negro influjo mientras la chica se debate ferozmente. Afortunadamente Ashitaka llega hasta ellos y consigue liberarla con la ayuda de una Moro moribunda, lanzándola al agua de la charca. Desde allí contemplan cómo el Espíritu del Bosque arrebata la vida a Moro y Okoto, que estaban dominados por el odio, y cómo Lady Eboshi aparece y decapita al dios, matando de manera casi literal el bosque. El propio gran Espíritu se convierte en un tatarigami y el bosque empieza a derrumbarse alrededor de San, Ashitaka y Lady Eboshi, herida en el último arrebato de Moro.

Ashitaka consuela a San tras la muerte de Moro y el Espíritu del Bosque


Ashitaka no se da por vencido y pretende devolver al Espíritu del Bosque su cabeza para resarcir el daño cometido, aunque pronto se dan cuenta de que ésta ha sido robada por Jigo que pretende salir a toda prisa del bosque. El dios del bosque se ha convertido en una masa negra que mata todo lo que toca, de modo que San y Ashitaka deben huir a toda prisa montados en los hermanos lobo de la chica. Consiguen encontrar al monje, que ha sido acorralado por el lodo negro, y le convencen de que manos humanas deben devolver la cabeza al Gran Espíritu o todos serán aniquilados. La masa amorfa desciende a unirse con su cabeza y estalla, barriendo el bosque y destruyendo la Ciudad, aunque poco después se ve cómo la hierba recoloniza toda la zona que había sido deforestada por los hombres. Incluso los leprosos de la Ciudad se han curado de su enfermedad, y Ashitaka se ha librado de su maldición. 

Ashitaka y San despiertan en un prado ganado al bosque


Ashitaka y San recuperan la consciencia en medio de un prado antes árido y ahora repleto de vida. Comprenden que aunque el Espíritu del Bosque "ha muerto" en su sentido más estricto, él es la vida que habita en el bosque y que les está instando a seguir vivos uno junto al otro. Lady Eboshi, reunida con sus gentes, garantiza que reconstruirán la ciudad pero que esta vez será "una buena ciudad". Una de las últimas escenas muestra la despedida de San de Ashitaka, asegurándole que aunque siente algo muy fuerte por él nunca podrá perdonar a los humanos. Él la tranquiliza revelándole que se quedará a ayudar en la Ciudad y que siempre estará cerca, pudiendo visitarla y así mantener ésa relación que ha nacido entre ambos. 

Despedida de San y Ashitaka


APARTADO TÉCNICO Y VISUAL

Detrás de esta gran historia, hay un trabajo aún más titánico. El propio director Hayao Miyazaki revisó uno por uno los miles de fotogramas de la película, suponiéndole ello un esfuerzo tan grande que dijo que se retiraría del cine (por suerte, regresó poco tiempo después). Miyazaki retrata en cada fotograma su profundo amor por la naturaleza y un intento de acercamiento entre el hombre y ésta, tema que tocan muchas otras de sus obras (Nausicaä del Valle del Viento, Ponyo en el Acantilado...). De ahí que nos obsequie con algunos de los paisajes más bellos vistos en en el anime, como las montañas y ríos que cruza Ashitaka a lomos de su alce rojo y los detalles... oh, los detalles: gotas de rocío punteando flores, un martín pescador aleteando junto al río, musgo, mariposas, la luz colándose entre los árboles en aquella charca oculta en el corazón del bosque. Arrebatador. 


Los detalles son tan cuidados que hasta se han molestado en dar un tono de habla distinto a cada personaje, ya que el japonés es una lengua en la que es tan importante lo que se dice que cómo se dice. Ashitaka tiene una forma de hablar regia y cultivada mientras que el monje Jigo utiliza palabras malsonantes y multitud de expresiones hechas. Lady Eboshi utiliza un lenguaje de lo más aristocrático y las mujeres de la Ciudad del Hierro una jerga muy coloquial e irreverente. Los lobos y otras criaturas del bosque, en su condición de dioses, hablan con elocuencia, lo cual reafirma su condición divina, pero con un léxico duro que refleja su naturaleza primaria e instintiva. 

La banda sonora es una delicia, siempre de acorde a lo que está sucediendo y pudiendo ser tan dulce como dura. A destacar el tema interpretado por la cantante japonesa Utada Hikaru, una auténtica obra maestra que pone la carne de gallina (a mí hasta me hace llorar) y que suena de fondo cuando Ashitaka despierta en la guarida de los lobos y contempla la belleza de un bosque que ningún otro humano ha visto jamás. 



CONTEXTO HISTÓRICO

Miyazaki ubica el argumento de la película en el periodo Muromachi o era Ashikaga (1336 - 1573), una época de profunda revolución y cambio político y cultural en Japón al entrar en la Era del Hierro. Para empezar, el desarrollo tecnológico que supuso la inserción de las armas de fuego por parte de comerciantes portugueses (aunque se dice que los chinos ya habrían introducido la pólvora con anterioridad) implicó la necesidad de talar gran cantidad de madera y de ahí el conflicto central de la cinta, con las criaturas del bosque enfrentándose a unos humanos que pretenden destruir su territorio. Ello explica la existencia de la Ciudad del Hierro y de los tatara, los fuelles de pies y los gigantescos hornos de fundición en los que se empleaban las mujeres. La deforestación masiva es un hecho reflejado históricamente en dicho periodo en las islas principales de Japón. 


A lo largo de la película se observa a los hombres de Lady Eboshi utilizando unos cañones con soporte conocidos como ishibiya ("flecha de piedra de fuego"), aunque más adelante se ve a los leprosos tratando de crear fusiles más ligeros que puedan ser utilizados por las mujeres para proteger la ciudad de los samuráis del Emperador. El periodo Muromachi fue un periodo de profundo cambio social: aun no se había instaurado la rígida sociedad de clases y las mujeres empezaron a gozar de mayor independencia. De ahí que la líder de la Ciudad del Hierro sea una mujer y que sus más allegadas y de confianza también lo sean. 


El clan Emishi al que pertenece Ashitaka también tiene bases históricas. Los Emishi eran "bárbaros" que habitaban el noreste de Honshū, la isla más grande de Japón. Se mantuvieron durante décadas independientes al régimen Yamato (gobierno del Emperador), pero fueron diezmados a finales del siglo VIII por el primer Shōgun. Su cultura no sobrevivió y la información sobre su forma de vida es muy escasa, ya que en el periodo Muromachi ya habían sido englobados por la sociedad japonesa. Por supuesto, que un clan de los Emishi sobreviviera en las montañas es invención de la película. 



MITOLOGÍA

La mayoría de criaturas mitológicas que aparecen en la película tienen su base en el shintoismo, la segunda religión más seguida de Japón por detrás del budismo. El culto shinto ofrece la adoración a varios miles de dioses o espíritus de la naturaleza. Se trata de criaturas tan benévolas como terribles, muchas con formas zoomorfas, a los que se trata con respeto aceptando su carácter estoico y divino del mismo modo que se aceptan las benevolencias del clima tanto como las catástrofes naturales. 

Lobos: sin duda la criatura mítica más interesante respecto al contexto histórico. En primer lugar hay que apuntar las grandes diferencias de la figura del lobo entre el folclore occidental y oriental. En Occidente, siempre se ha tendido a ver a los lobos como criaturas malignas que diezman los rebaños, creencia alimentada por cuentos como Caperucita Roja donde les corresponde el lugar de malvados. En Oriente y muy concretamente en Japón esta filosofía no existe de forma tradicional: los lobos eran considerados criaturas beneficiosas, ya que la transumancia era escasa, la caza abundante en los bosques y la función de los lobos era controlar la población de animales dañinos para los cultivos de los campesinos.

Respecto a la mitología, está la figura de los Ookami (literalmente, "gran dios"), que eran en su esencia dioses lobo, mensajeros de la diosa de la montaña (yama no kami) y protectores de la naturaleza, que guardaban los bosques de los incendios y otras catástrofes. En la película su representación es la de Moro (llamada en diversas ocasiones "la diosa lobo") y sus dos lobeznos blancos, que aunque se muestran agresivos con los humanos, las razones ya han sido bastante claramente expuestas. No obstante, Moro se muestra más vengativa que malvada, como demuestra al haber criado al bebé abandonado por sus padres que era San como si fuera de su camada.

Kodama: literalmente "eco" o "pequeño espíritu", son los simpáticos seres blancos y cabezones que aparecen en el bosque desde que Ashitaka se adentra en la espesura y también tienen un fuerte sentido mitológico. Se trata de espíritus de los árboles cuya presencia simboliza la buena salud del bosque en el que se encuentran; de ahí que empiecen a morir cuando el Espíritu del Bosque es decapitado y la última escena de la película sea un kodama frente a un brote verde que está creciendo, dando a entender que el bosque se regenerará. 

Mononoke: el término hace referencia a varios seres del folclore japonés, ligados en muchas ocasiones al shintoismo. Existe la creencia en Japón de que cuando un objeto sobrepasa los 100 años de edad cobra vida propia, y dependiendo de si ha sido tratado bien o mal por sus dueños es un espíritu benévolo o vengativo. De ahí una fuente de "mononoke". También existen mononoke ligados a lugares especiales y sagrados de la naturaleza, fieros con cualquiera que pretenda destruir tales enclaves. Seguramente este último es el término que más concuerda con San, temida por los humanos y apodada hime "princesa" de los espíritus por haber sido criada entre los dioses del bosque. De ahí que ella misma se vista como un espíritu, quizá para inspirar temor o para reafirmar su alejamiento de la raza humana. 

Tatarigami: en la estela de lo anterior, los espíritus convertidos en seres vengativos son los tatarigami. Pueden ser objetos que se vuelven contra sus dueños debido al mal uso que les han dado o, en el caso de la película, seres corroídos por el odio que se convierten en masas negras que traen la muerte a todo lo que tocan. Los jabalíes Nago y Okoto se transformaron en tatarigami, y Ashitaka estaba destinado a convertirse en uno de no haber sido por el Espíritu del Bosque. De hecho es muy probable que la inspiración de Miyazaki para con el aspecto de los tatarigami sea los malvados gusanos sanshi, que habitaban en los árboles y las personas y podían comunicar los pecados de éstas a los Dioses del Cielo, provocando un acortamiento de su vida. Es exactamente eso lo que le sucedía a Ashitaka a medida que la maldición iba haciendo pasto de su cuerpo. 

Espíritu del Bosque: se podría decir que en la película hace la función de yama no kami, la diosa de la montaña y protectora de los bosques. Aunque si bien no está basado en ningún dios en particular, reúne las cualidades más destacadas de los espíritus del shintoismo: dioses de la vida y de la muerte, que pueden ser tan benévolos como destructivos y que se encuentran por encima de las trivialidades de los hombres. 


Como dato curioso, en la serie de animación norteamericana Avatar: The Last Airbender, aparece una criatura acuática que es idéntica al Caminante Nocturno, un claro homenaje al anime de Miyazaki del que tanto han bebido series y películas de todas partes del mundo.


DIFERENCIAS CULTURALES

Uno de los grandes méritos de La Princesa Mononoke es que, a diferencia de muchos filmes anteriores de características similares, no está hecha exclusivamente para el público oriental sino que intenta un acercamiento entre éste y Occidente, seguramente para conseguir una expansión del anime que hasta entonces solo habían logrado contados casos (Heidi, Marco, Caballeros del Zodíaco, Mazinger Z y otros clásicos de semejante calibre). De ahí que uno de los ayudantes en la redacción del guión fuera Neil Gailman (autor de libros como Sandman o Los mundos de Coraline), que contribuyó a adaptar el guión para que tuviera más sentido para el público occidental. 

Un claro ejemplo de ello es una de las escenas iniciales, cuando Ashitaka se corta la coleta. En Japón todo el mundo sabe que cuando un guerrero se corta el pelo es señal de autosacrificio y de que no regresará jamás al hogar, pero en fue necesario introducir una línea para aclarar que "no iba a regresar" incluso en la versión original, pensando en el público occidental. 

Ashitaka cortándose el pelo, 
escena de gran simbolismo en la cultura japonesa


Otro claro ejemplo es cuando el monje Jigo comenta (en la versión original) que la sopa "le sabe a agua". Puede parecer un comentario casual en Occidente, pero en Japón se trata de un insulto muy fuerte. De nuevo tuvo que subsanarse en el doblaje internacional. 


OPINIÓN PERSONAL

No voy a negar que siento una debilidad quizá desmedida por esta cinta: no solo la considero una de las mejores películas de animación de todos los tiempos, sino una de las mejores películas en general que se han hecho jamás. Y eso no sería posible sin la combinación de una gran trama con unos grandes personajes y una animación impecable. 

Ashitaka es lo más parecido a un protagonista estándar y perfecto que alguien pueda encontrar. Su comportamiento es modélico en todos los aspectos y no parece cometer errores ni hacer juicios incorrectos. De hecho es el único personaje que siempre actúa bien a lo largo de la trama, pecando en ocasiones de demasiado bueno y confiado. Es valiente y un luchador formidable. Visualmente es atractivo, tanto a los ojos del espectador como apreciado por otros personajes de la película (las mujeres de la Ciudad del Hierro, por ejemplo). Y aún así, tiene un "no sé qué" que le hace un personaje absolutamente querible (francamente, ¿a quién podría caerle mal Ashitaka?). Actualmente tiende a tacharse de "planos" a éste tipo de personajes que reúnen tantas cualidades, pero es que Ashitaka es todo menos unidimensional. La cantidad de contradicciones que soporta es abismal, desafiando a su propia especie para buscar un equilibrio entre el hombre y el bosque. Acaba siendo repudiado por todos (tanto por Lady Eboshi como por San, que en una escena le apuñala con su propio colgante), y aún así se empeña en mantener su mentalidad pacifista en contra de lo que le dicta su maldición. Un héroe con todas las letras. 

El otro personaje clave, San, es bastante más misteriosa y llena de contrapuntos. Aunque es humana, se ha criado toda su vida bajo el cuidado de la loba Moro y sus cachorros, y ello la ha llevado a comportarse como un lobo en todos los aspectos de su vida y a rechazar sus propios orígenes humanos. La llegada de Ashitaka hace bambolearse su mundo, porque, aunque ella niegue la idea, está el hecho de que no es un lobo y que tarde o temprano sentirá la llamada de su especie. De hecho su madre adoptiva, Moro, sí se da cuenta de que Ashitaka está interesado en compartir su vida con San desde un punto de vista romántico, aunque ella, ajena al mundo humano desde siempre, no se percata de ello durante gran parte de la película. En su esencia San es feroz y visceral como los lobos, queriendo asesinar a toda costa a Lady Eboshi por lo que le ha hecho al bosque. Solo la influencia de Ashitaka la hará cambiar de parecer (aunque le costará lo suyo). Admito que el romance entre Ashitaka y Mononoke, tan sutil y a la vez tan intenso, es una de las historias de amor que más me han cautivado en el anime. 

El resto de personajes que acompañan a estos dos son también maravillosos, a destacar la imponente Lady Eboshi, un modelo de feminismo, ambición y compasión por la humanidad, y el monje Jigo, que aunque maquiavélico y manipulador no puede evitar caerle a uno simpático. Son personajes que se alejan del maniqueísmo de buenos y malos, siguiendo únicamente sus intereses e ideales. Admito que adoro a los lobeznos hermanos de San, cómo seres tan fieros que no harían ascos en comerse a Ashitaka y a su alce rojo se dejan acariciar y abrazar por una chica humana (amor absoluto por tales gigantes peluchoides). 

La película nos regala escenas realmente impresionantes (algunas incluso algo gore, cuando Ashitaka se pone a decapitar y mutilar gente a flechazos o San se llena la cara de la sangre de su madre Moro). Así mismo, hay escenas de una belleza arrebatadora que ni siquiera necesitan una acción clara para llenar el escenario (de nuevo recordar las escenas de la charca del Espíritu del Bosque o el prado ganado a la Ciudad del Hierro al final de la película, a Ashitaka contemplando la montaña desde la guarida de los lobos o a Mononoke irguiéndose como princesa de los espíritus en lo más alto de la fundición). 

Si no la has visto, ¿a qué c*** esperas?


¡Gracias por leer!

Entrada publicada por primera vez en agosto de 2013